Hacía tiempo que los cristianos de Corinto habían resuelto hacer una colecta en favor de la Iglesia madre de Jerusalén, que atravesaba un momento difícil .Una vez restablecidas las relaciones con ellos, Pablo los exhorta a que lleven generosamente a la práctica esa feliz iniciativa. Con este fin, les recuerda que su generosidad debe inspirarse en el ejemplo de Cristo, el cual «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza».
16La importancia que Pablo atribuye a esta colecta nos hace ver que no se trataba de una simple ayuda económica. Esa solidaridad «ecuménica» entre las Iglesias locales, debía poner de manifiesto la unidad de la Iglesia universal, por encima de las diferencias entre judíos y paganos. Si los cristianos de Jerusalén, que provenían del Judaísmo, hicieron partícipes a los paganos de «sus bienes espirituales», también los corintios, que provenían del paganismo, debían retribuirles «con bienes materiales». ¿Acaso Cristo no derribó «el muro de enemistad» que separaba a los dos pueblos? .
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